sábado, 17 de septiembre de 2011

Tan solo palabras


Siempre fui un soñador, no en vano elegí al Quijote como referente. Y soñar es ciertamente algo hermoso, pero como tantas otras cosas en la vida, tiene sus defectos. Cuando empecé la secundaria viví un tumultuoso relacionamiento, quiero creer en parte que eso contribuyo a mi dispersión intelectual, pero probablemente solo era un niño demasiado mimado, ingenuo, indisciplinado. Tuve que aprender que los logros académicos se consiguen con esfuerzo, estando con la mente aquí en la tierra, y no gravitando por el cosmos.

Nunca me fue fácil, todavía me cuesta perdonarme las faltas de empeño en el pasado, y aun me aterra la capacidad casi inconsciente que tiene mi mente para fugar ante cualquier actividad que no me apetezca. Una psicóloga me dijo una vez que en parte los artistas son así, lo cual no deja de parecerme una encantadora excusa para justificarme…  pero muy en el fondo es solo eso, una excusa, ¿verdad?

A veces no bastan las promesas y los buenos deseos, si tus actos no hablan por vos, lo que salga de tu boca son tan solo palabras y nada más.

Una de mis ex novias fue la primera en servirme de ejemplo para comprobar cuanto había cambiado, y cuanto más tenía que cambiar. Ella era simpática y muy elocuente en sus discursos de moral, incluso estudiaba filosofía, pero fuera de su burbuja sus actos distaban mucho de ser lo que ella imaginaba. Sostenía una espesa crítica sobre la madre que la alimentaba y pagaba sus estudios, comparándola por momentos con su profesora de filosofía, como si una tuviera que ser el role model de la otra. Vivía en su idilio de actitudes adecuadas y comportamientos altruistas, brindando consejos y criticas que quizás ella debió seguir más de una vez. No voy a decir que la ame, pero si pude desarrollar un cierto cariño hacia ella (el cual de todos modos era insuficiente), supongo que por eso me molestaba el cómo tomaba muchas de mis aclaraciones. Ella sentía que yo quería abrirla a un mundo más triste y decadente, pero para mí, ¡ese era el mundo real! Un lugar donde incluso la frustración y la bronca aportaban lecciones.  

Así fue que comprendí lo importante que es no perderse dentro de uno mismo. Vivir torciendo los acontecimientos para que la realidad se amolde a nuestros argumentos, termina muchas veces siendo un ejercicio nefasto, no importa que tan común sea esto en la sociedad.

A veces me pongo a pensar en que tan hipócrita pueden ser mis actos, y que tan sinceros son mis discursos, más en un medio como este, donde uno lleva al lector por donde quiere, eligiendo que quiere mostrar y que no. Tratar de ser aquí lo más honesto posible nunca es algo del todo legitimo, siempre se está teñido de una cierta egolatría, un mínimo deseo de manipulación para atraer la atención, ya sea por aburrimiento o mero capricho. ¿Y qué es lo que nos deja todo esto en el fondo? ¿Es que acaso estas reflexiones nos brindan más claridad  a la hora de salir al mundo y no cometer errores, o están destinadas a permanecer aquí dormidas, siendo solo una elocuencia inútil, siendo tan solo palabras?

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