jueves, 24 de marzo de 2011

Presentaciones imperfectas



Bitácora de Trabajo – Por Guillermo Caggiano De Sena 
(entrega final - Segundo Año)

Introducción:
Cuando ya hace unos meses se lanzo la propuesta de realizar un objeto artístico cuyo significado fuera de nuestra propia elección, lo primero que pensé fue “ok… quiero que sea algo original”.   No quería caer en tópicos trillados, o algún tipo de mensaje pre digerido, muchos de estos son muy populares en esta época, pero siento que en el fondo nadie les hace caso. Y no es que en el fondo deseara lanzar una proclama revolucionaria, pero si tuviese que plantar un artefacto que dijera algo como… “el Arte es belleza” o similar, se que terminaría muy desilusionado. De todas formas uno podía decidir qué mensaje transmitir, ¿no? Y el hecho de poder plasmar algo de carácter más personal quizás podía ser lo que estaba precisando para darle identidad al trabajo.

Algunos datos relevantes:
La única de mis experiencias que podía merecer ser retratada, fue un accidente que tuve hace ya más de dos años, el cual, entre otras cosas (digamos que un mes de introspección en un hospital pone varias cosas de tu vida en perspectiva), me impulso a entrar en Bellas Artes. Y si tuviese que buscar una imagen para representar dicho suceso, esta sería la enorme cicatriz que ahora llevo en el brazo izquierdo. Recordaba tener algunas fotos de la hospitalización, en las cuales la herida aun tenía sus costuras atoradas entre una prominente hinchazón (todo un aprovechamiento del Stoss). Desgraciadamente (o quizás no tanto) las fotos eran sacadas con mi celular y tenían una resolución muy baja como para una impresión de buena calidad. Me vi forzado a volcar mis esfuerzos hacia otros medios que facilitaran la concreción de mi obra.

Primeros pasos:
En clase había quedado fascinado por la técnica de trampa al ojo (incluso desde antes de tomar las fotos de mi accidente como posibilidad), así que por un tiempo decidí usarla como medio plástico, ante la imposibilidad que marcaban los otras alternativas. Lo difícil fue luego encontrar un mensaje adecuado para dicha técnica. Podía engendrar millones de posibilidades graficas pero nada con un contenido profundo (al menos a mi entender). Recuerdo tener la idea de una puerta, la cual daba acceso a una habitación ¿pero que podría haber dentro de la habitación? ¿Un artista? ¿Un artista haciendo qué? Esa pregunta me mortifico por largo tiempo. 

Yendo más hondo:
Algo en mi cabeza me decía que el mensaje tenía que ir dirigido precisamente a mis compañeros de clase ,algo que los tocara de lleno, después de todo ellos eran el público al que apuntaba, por tanto , podía hacer algo más que solo referirlos en mi obra, podía volverlos participes. Así se engendro otra de mis ideas para la premisa: una secuencia de imágenes en la que aparecieran planos medios de algunos de los alumnos de la clase, cada uno portando un cartel que contuviera el apodo con el que se los conoce. La clave estaba en tratar de ser realista y no solo netamente complaciente. El mote podía ir algo de algo intrascendente como “La Flaca” o “El Pelado”, hasta algo vulgar como “El Puto” o “La trola”, ósea, todos aquellos seudónimos que se manejan  tras bambalinas para nombrar a nuestros semejantes en el día a día, aquellas formas imperfectas  y llenas de prejuicio (al menos en algunos casos) que se utilizan para categorizar a “los otros”. Como podrán imaginar, esta idea pedía de mí (y mis compañeros) mucho más de lo que podía dar, varias horas de coordinación y fotografía que a la larga solo podrían arrojar un producto altamente mal interpretable, esta opción termino siendo finalmente descartada.

Juntando las piezas:
¿OK, a esta altura que era lo que tenía?
Una técnica sin contenido, una experiencia personal insostenible  y una acuciante necesidad de incluir al público. La opción de la trampa al ojo había terminado por disgustarme, sin embargo los materiales que servían para montarla  (un enorme bastidor de madera que sostuviera una lona impresa) seguían siéndome de utilidad. Ahora había que lograr que esa estructura interactuara con el público. Fue así que una tarde (en algún tipo de divague mental) imagine una idea simple pero funcional, un artefacto que se asemeja a un juego de feria, donde uno puede fingir tener el cuerpo de alguien más, ósea, SER alguien más. Inevitablemente aquella imagen me trajo a uno de los sistemas de reproducción de imágenes más populares del momento, la red social de Facebook. Un lugar donde todo el mundo presenta su estampa mediante un avatar y figuras que pretenden ser uno mismo, pero que verdaderamente distan mucho de mostrar nuestra verdadera naturaleza (¿heterónimos?).
¿Y que pasa con la experiencia personal?
Ante la posibilidad de exponer más de un proyecto, decidí buscar una alternativa para retratar mi accidente y la enseñanza que me vino con él. Una estructura metálica (y casi ortopédica) cubierta de papel y cinta para simular una piel hinchada y mal herida, la misma se encuentra atravesando un piso de concreto, emulando el quiebre de los límites personales.

Conclusión:
Presento un trabajo que incita a la participación y reflexión de los espectadores, y otro que habla sobre mis vivencias y sentir particular. Una ida y vuelta entre el interior y el exterior. El “Otro” y las imágenes que nos proyecta y “Uno” que vive, experimenta y transmite. El arte como manifiesto frente al mundo y el arte como manifestación del ser.
Una amalgama imperfecta de visiones que buscan ser una en el mundo.

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